domingo, 3 de mayo de 2009

Desterrados por la crisis

Por hoy nos alejamos de este mundo de brujas, duendes, adolescentes suicidas y guitarristas melenudos. Hoy toca ponerse serio. Hace poco escribí un reportaje. Me dio por querer compartirlo.

(Lejos, pero no apartados del todo. Para vencer la intransigencia de la adicción no satisfecha puede acudir a esta canción mientras lee el texto. Casi ni notará la diferencia: dice algo parecido).




Desterrados por la crisis




Cuando se le pregunta qué buscaba en la capital granadina, Santiago Cortés, de 38 años, recuerda que su pueblo (Murtas), en el corazón de las Alpujarras, era el vacío absoluto. “Tuve que salir de allí. No había instituto, tiendas ni trabajo”. Su nombre quizá no resulta familiar porque los titulares de los periódicos, que al principio se referían a él con nombre propio, fueron optando por su rasgo más impersonal y reconocible como común denominador: el parado de Granada que se encuentra en huelga de hambre para evitar el embargo de su casa.

En efecto, cuando se prestó a atender a este periodista, Cortés había pasado 15 días sin probar bocado, bebiendo tan sólo agua con azúcar, sal y limón. Decía encontrarse “débil”, pero “alimentado” con las muestras de gratitud y el interés de las personas que se acercaban para darle apoyo a la parroquia de su barrio, Casería de Montijo, donde el murteño se mantuvo alojado durante la huelga de hambre. Quería llamar la atención, pero trataba de rehuir de la epopeya. No quiere que lo confundan con un "héroe", sino con alguien que se ha atrevido a "alzar la voz".

Caixa Galicia, la entidad con la que Cortés contrató la hipoteca, asegura que éste lleva sin pagar desde septiembre de 2007; que sólo abonó por completo el primer mes y que el segundo ya lo hizo con recargo. En total, le exige más de 14.000 euros por las mensualidades que debe, que se elevan a 10.951 euros, más las costas de los abogados de la entidad financiera, 2.007 euros, y las del procurador, que alcanzan los 1.419 euros.

“En el 2007 estuve desempleado todo el año y mi último trabajo lo acabé el 30 de junio, en el sector de la construcción. Desde entonces me ha sido imposible encontrar trabajo, especialmente ahora, por el momento de crisis”, se excusa Cortés, que al comenzar la huelga de hambre, retirándose a una de las estancias de la iglesia, dejó la puerta abierta a las donaciones. "No sé si conseguiré algo o no, pero al menos que se entere toda Granada de mi situación y si alguien puede ayudarme, pues se lo agradecería toda la vida", fueron las palabras con que inició la protesta.




Hacia el punto de partida

Tras 23 días de huelga decidió poner fin a las protestas, por razones de salud. Ya lo había advertido durante aquella entrevista. “A no ser que me dé un ‘yuyu’, aquí estaré”. Su médico le advirtió que si no volvía a alimentarse debidamente los riñones iban a comenzar a resentirse y, después, el resto de órganos. Regresaba al mismo punto de partida.

Con el paso de los días, el fondo se fue incrementando con aportaciones provenientes de toda España, hasta alcanzar los 7.000 euros, una cantidad que no ha sido suficiente para satisfacer las exigencias de Caixa Galicia.

Durante la entrevista nadie lo menciona explícitamente. En los diarios digitales y los foros de los portales de envío y votación de noticias, como “menéame”, han aflorado los comentarios de usuarios que lo critican por haber optado por la vía fácil: endeudarse y pedir dinero. Sin necesidad de que se le plantee una pregunta previa, Cortés se defiende. “Yo no quiero limosnas, sólo pido ayuda”.

No admite los reproches de aquéllos que lo acusan de pedigüeño. Cortés recuerda que preside una asociación de parados en la que ya hay inscritos 260 miembros. Se ponen en contacto con las administraciones, ofrecen proyectos para encontrar trabajo, presentan propuestas, piden firmas, organizan talleres de formación, todo para no llegar a la temida situación de “quedarse de brazos de cruzados”. “Lo único que se consigue con eso [con la inactividad] son depresiones. Eso nos llevaría a un abismo. Por eso trabajamos con todo nuestro ímpetu, y estamos consiguiendo cosas positivas, repartiendo alimentos para nuestros asociados y mejorando su situación”.




El caso de la asociación de Casería de Montijo no es exclusivo. La crisis ha multiplicado el número de organizaciones con las que los parados se prestan ayuda mutuamente y reivindican más prestaciones. Raquel Yuste, vicepresidenta de la Asociación de Parados de Pinto, organización que apareció en el documental En el Umbral (pulse aquí para verlo por completo), de TVE, opina, como Cortés, que las respuestas institucionales se han agotado y que son los desempleados quienes deben buscar una solución alternativa a la crisis. “Los que comenzamos con nuestra asociación éramos parados de larga duración que nos sentíamos marginados. Muchos no cobrábamos ni siquiera el subsidio. La asociación era una buena forma de darnos a conocer personalmente. Nos sentíamos un poco abandonados por los organismos públicos, y la situación no han evolucionado mucho desde entonces”.

Todos los martes, Raquel y sus compañeros se reúnen para recoger currículum. Uno de los objetivos de la organización es ayudar a sus miembros a encontrar trabajo, "en lo que va saliendo, los polígonos de nuestro pueblo sobre todo". Antes solían acercarse cuatro o cinco personas para probar suerte; ahora incluso se forman colas en la puerta de la sede. Mientras tanto, pasan los días sin que reciban la llamada de ningún empresario solicitando trabajadores.

"Son gente con una desesperación absoluta. Muchos no tienen para pagar la casa. Han agotado las prestaciones y se ven obligados a buscar un empleo que no llega. Hay mucho drama humano", subraya Yuste.

En busca de un futuro

Cortés habla con destreza. Utiliza las expresiones con precisión, y no se entretiene con circunloquios cuando se refiere a la situación de los desempleados en España. Con frecuencia deja que en la conversación asome su origen humilde, siempre asociado con dificultades e impedimentos. “Nosotros [refiriéndose a la APCM] somos gente emprendedora, con buenas ideas y tenemos una buena relación con los organismos públicos, aunque no tenemos estudios”.

Y, aunque no se define como un héroe, su conversación a veces arroja un tono épico: se siente decepcionado con su "patria" y culpa a los políticos de hacer caso omiso, mientras el "pueblo" es el que se ve obligado a reaccionar.

Él, añade, está acostumbrado a buscarse la vida. A pesar de ese escenario de abandono y agreste de Murtas en el que se sentía atrapado, cuando llegó a Granada, hace casi una década, Santiago Cortés no buscaba un futuro inalcanzable. Ese tipo de cuestiones, aclara, no eran para él un motivo de preocupación inmediata. La incógnita se presentaba como respuesta a las necesidades del día a día. “Yo no pensaba en el futuro, porque la crisis la tengo desde que nací. Mis padres también eran unos ‘burros’ como yo. No teníamos mucho que elegir”.

Cortés señala que incluso ofreció a Caixa Galicia todo el dinero que gana con el subsidio. “Trataría de intentar mantenerme con los 150 euros que cobra mi mujer, pero ni me escucharon”.

La verdadera razón del traslado a Granada había sido su mujer, Estrella, que ahora friega portales, a veces con la ayuda de su hija mayor, para poder salir adelante con el pago de la deuda. Eso es lo que más le preocupa a Cortés, a lo que más veces alude, que sus hijos, de 4, 8, 13 y 15 años, resulten “arrastrados”, como él se siente, por la crisis.

Reportaje ABC.es. Comedores sociales:



Entrevista con Raquel Yuste, vicepresidenta de la Asociación de Parados de Pinto:


Entrevista - Luis M. Ontoso