domingo, 22 de febrero de 2009

La de los ojos tristes (y una "reina" ignorada)


“¿Sabía Sara Lownds que ella fue una más de las personas a las que Bob utilizó? Aquí me gustaría decir que, aún siendo así, aún siendo eso probable, es difícil de creer que Bob fuera tan consciente de eso como en otros casos, porque el Dylan que amó a Sara, su mujer, fue el mismo que escribió álbumes enteros dedicados a ella y a su amor, y eso no fue una utilización, sino un homenaje. ¿O acaso Sara cedía su imagen y su amor para que Bob construyera sus canciones?”

Jordi Sierra I Fabra y Jordi Bianciotto (2005): Bob Dylan


Poco se sabe sobre los errores que los condujeron a la separación. De hecho, poco se sabe de Sara: ninguna declaración, escasas fotografías, algunos retazos de un pasado disoluto, entre ellos el honor de haber sido conejita de Playboy. Era atrevida, pero de naturaleza más bien sumisa: le resultaba imposible disimular su espíritu de complacencia exagerado. Llegó a renunciar a su nombre de pila, Shirley Marlin Noznisky, porque su primer marido le dijo que nunca se casaría con una mujer que se llamase así. Sin embargo, nosotros la hemos conocido por Sara, el ángel virginal, la joya radiante, la esposa mística del Dylan insolente de Newport que jugaba a ponerle los cuernos a los ideales puritanos del folk y, por ende, a Joan Baez.



Sara fue la única mujer de Bob durante los años cruciales de Bringing It All Back Home, Highway 61 Revisited y Blonde On Blonde. Aquél era un tiempo de jovialidad y riesgo; la efervescencia del momento lo alejaba tanto del sabor añejo de Baez. "She takes just like a woman, yes, she does/She makes love just like a woman, yes, she does/And she aches just like a woman" escribió Dylan, no se sabe si recordando a la por entonces consagrada como "reina de la canción protesta".

De lo que sí ha quedado constancia es de los momentos previos a la separación definitiva de Dylan y Baez, durante su gira británica (excepcionalmente reflejada en el documental Don't Look Back). Baez esperaba, apática en un sofa o asomándose ávidamente desde el backstage, a que Bob la invitara a subir alguna vez al escenario, como en los viejos tiempos. Nunca sucedió.

Por entonces (un "entonces" que se prolonga durante casi toda esa etapa de su carrera), Dylan estaba recluido en la rigurosa prisión del mito del rock: soledad y drogas. A pesar de ello, tras la ruptura con Baez, Sara se ofreció, como cabía esperar, generosamente. El matrimonio duró 12 años y tuvieron 4 hijos (entre ellos el líder de Wallflowers, Jackob Dylan). Dicen sus biógrafos, y también quienes lo conocen, que durante aquellos años su esposa fue el cobijo, la amiga y el equilibrio que necesitaba la estrella doblegada por el vértigo de su "autoencumbramiento". Fue ella, también, quien pidió el divorcio en marzo del 77.

Como siempre, Bob respondió con una demostración de fuerza (Blood On the Tracks), demasiado crispado para atender a los límites de corrección y serenidad. Pero Dylan ya no tiene las uñas tan afiladas: los años han pasado y se observan signos de fatiga. You're a big girl now no era tan insolente (ni siquiera tan vigorosamente misógina) como la canción que, quizá, dedicó a Baez. "She aches just like a woman". El distanciamiento, un final vulgar, lo devolvían al mismo sitio de partida. Arrinconado por el sentimiento de pérdida, Bob nunca se unió al coro de aduladores que elevaban este álbum a la categoría de obra maestra.