El estilo de Joe Cocker (probable inventor del air guitar) en el escenario era fácilmente reconocible. Sacudía la cabeza espasmódicamente, crispaba las manos cuando estallaban los acordes de guitarra, se contorsionaba con movimientos nerviosos y entrecortados, agitaba los brazos, en los momentos de clímax su cuerpo vibraba poseído por una especie de rabia o catarsis. Todo un espectáculo visual que quién sabe con cuántos seguidores contó (se me ocurren, para empezar, Ian Curtis o las performances de Björk en países ex comunistas evocando el recuerdo de antiguas opresiones bolcheviques, en las que era tan difícil distinguir el melisma del grito, como decía Pornosawa en aquel clásico de la red de obligada lectura). La inspiración la había tomado, según reconoció en una ocasión, de los directos de Ray Charles.
En una ocasión, Cocker apareció en el show Saturday Night Live acompañado del cómico John Belushi, toda una estrella del momento al que nunca se le agotaba su, a veces incomprensible, sentido del humor. Después de imitar la expresividad y el artificio de los movimientos del cantante, quien parecía sentirse desafiado a llevar hasta el ridículo su autoparodia, Belushi le tendió un bote de cerveza. Cocker la rechazó educadamente: en la memoria de todos estaban sus problemas de alcoholismo y sus intentos de rehabilitación.
A diferencia de los grandes dinosaurios del rock, como Mick Jagger o David Bowie, la vejez de Joe Cocker no pasa desapercibida. Aún trata de no renunciar a ese sello personal, pero sus movimientos delatan ahora cierta torpeza, y quizá deterioro prematuro.
“La gente dice que en los setenta tuve algunas actuaciones alucinantes, pero, honestamente, creo que me salió bien una de cada tres. Solía dejarme llevar tanto mientras estaba en el escenario que después de los conciertos me sentía físicamente dañado”. Uno de esos momentos fue la actuación de Cocker en el festival de Woodstock, en 1969. Aquella canción de los Beatles cantada por Ringostar With a Little Help from My Friends no era muy conocida en Estados Unidos. Tampoco habría sido necesario. Él la reinventó.